domingo, 11 de febrero de 2018

Ser jirafa

Mala suerte fuiste tú,
chocando conmigo.
Te manché en cada caricia,
te grité por todo aquel humo
sin darme cuenta
de que siempre eras tú
quien ventilaba la habitación
en la que yo te hice arder.
  "Llevo siglos esperándote"
decías con una naturalidad desconcertante
y no me atreví a decirle
a tu sonrisa de chico bueno
que nunca aparecía en mis sueños.
Las plantas se secaban
y yo te señalaba como culpable
aunque era yo
quien se emborrachaba
y se olvidaba de regarlas.
Los domingos te pedía que me salvases
los jueves le pedía al infierno
una explosión
que nos hicese saltar en pedazos
a los dos.
Tú siempre calentabas mi mano
y eras experto en desactivas bombas
pero no eras un león.
Yo
idiota
quería transformarte en un león.
Mi saliva en tu piel
quemaduras de tercer grado.
En las fotografías
no suena tu risa.
De todo aquel incendio
no quedan ya ni cenizas.
Solo sobreviven
todas esas promesas
que no cumplí.
Como aquel
"mañana te llamo"
que traicioné al pronunciarlo
y que tú
valiente
más que un león
convertiste en despedida.
Yo siempre tuve el arma,
pero no disparé.
Hasta eso tuviste que hacer por mi.
Al final, como era habitual:
yo ilesa, tú sangrando,
Mis manos nunca merecieron tu tacto
tus ojos encontrarán el paísaje
buena suerte fuiste tú
huyendo de mi
más salvaje que un león
y yo insignificante, al fin.

La colisión de dos agujeros negros

Yo sabía mirar,
una noche aprendí a ver.

Mi cama, hielo,
cuando tu piel no toca las sábanas.

Mis monstruos asustados
protestan por tus muecas.

Se vuelven diminutos,
gritan hambrientos,
se quedan sin voz.

Antídoto de la realidad,
sigue siendo tu mano.

Dame lo contrario a desangrarse,
quizás así lo pueda explicar.

Ser jirafa

Mala suerte fuiste tú, chocando conmigo. Te manché en cada caricia, te grité por todo aquel humo sin darme cuenta de que siempre eras t...